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“Deberíamos reivindicar la intensidad como estrategia feminista”

Ana Requena Aguilar (1984) es, periodista, escritora y redactora jefa de Género de eldiario.es. En 2014 lanzó el blog Micromachismos que le ha valido vario reconocimientos. Después de ‘Feminismo vibrante’, ha publicado ‘Intensas, un libro en el que analiza nuevas formas de estigmatización de las mujeres y en el que reivindica la intensidad como motor. La entrevistamos en el corazón de Malasaña para hablar de su libro y del periodismo feminista.

¿Cuándo y cómo recuerdas tu socialización política en el feminismo?

Desde muy pequeña. Recuerdo situaciones cotidianas como que rechazaba las barbies o que cuando nació mi hermano pequeño y yo tenía 7-8 años, una vez discutí con el dependiente de la droguería porque cuando fuimos a comprar los pañales, nos preguntó si era niño o niña, para darnos pañales azules o rosas. Yo le contesté que era chica y mi madre me preguntó que por qué mentía. Me daba rabia… Desde muy pequeña creía que había que hacer las cosas de otra forma.

Además, en mi consciencia feminista influyó mucho mi madre, que trabajo en una de las primeras casas de acogida de mujeres maltratadas a principios de los años 90 en Albacete. Eso hizo que yo fuera muy consciente de una realidad que en ese momento no era ni tan conocida, ni tan denunciada como en la actualidad.

Y, ¿cuándo decides ser periodista?

Me pasa lo mismo que con el feminismo. Desde muy pequeña me gustaba mucho leer y escribir. Empecé a escribir un diario de adolescente, me gustaba leer el periódico, enterarme de las cosas que pasaban… Desde adolescente tuve claro que mi vocación era ser periodista para transformar el mundo. Recuerdo en mi esas dos pulsiones.

Ahora que ya llevas unos años ejerciendo, ¿lo sigues pensando?

A veces pienso que soy un poco ingenua, pero al mismo tiempo conservo una parte de mi idealismo. Llevo muchos años trabajando en las redacciones, casi dos décadas, y he visto muchas cosas feas. Es cierto que hay una lucha con los diferentes poderes e inercias, pero también he visto mucha convicción en mucha gente. Y es esa convicción la que es fundamental para impulsar temas, coberturas, enfoques e investigaciones que ayudan a cambiar la vida de las personas, las mentalidades y el imaginario social. Que el periodismo pueda servir para cambiar el mundo no quiere decir que siempre lo consiga, pero creo que puede servir y que hay mucha gente que hace periodismo desde ese lugar. Yo desde luego, intento hacerlo desde ese lugar.

Acabas de publicar Intensas. ¿Qué buscabas con este libro?

Reivindicar la intensidad como motor, como algo bueno. Si la intensidad sirve para mostrarnos los límites que no debemos cruzar, entonces, quizá, deberíamos de utilizarla como estrategia feminista para, precisamente, cruzar esos límites. La intensidad nos permite estar en contacto con lo que una quiere y con lo que no, con la rabia, con la ira, con el deseo… estar en contacto con todo eso, sólo puede ser bueno. Lo que pasa es que, a la vez, también puede ser perturbador para una misma, porque nos lleva a lugares que, a lo mejor, están muy fuera del mandato y del estereotipo, y también para los demás…

¿Recuerdas el momento en el que te hicieron sentir intensa por primera vez?

Recuerdo recibir reacciones bastante hostiles a mi feminismo desde que era adolescente. No en mi familia, pero sí en el colegio o en el instituto. Reivindicaba el feminismo y tenía unas posturas muy concretas y eso para muchos compañeros, incluso, profesores, era algo que llamaba la atención y motivo por el que me hacían sentir inadecuada. Recuerdo ser adolescente y sentirme muy sola en esa lucha. Por eso cuando ahora la gente critica el feminismo porque se esté convirtiendo en algo con lo que se mercantiliza, yo siempre pienso que es importante que el feminismo conserve su esencia, por supuesto, porque siempre hay intentos del sistema por subsumir un movimiento en auge. Pero a mí me parece maravilloso que haya un montón de chicas que puedan y quieran comprar una camiseta que las identifique como feministas. Eso significa que han dejado de ser señaladas y se sienten acompañadas. Yo no lo sentí hasta muchísimo tiempo después.

Y, ¿en el mundo laboral?

Me hicieron sentir intensa más adelante, en el mundo laboral, sí. Precisamente por tener posiciones feministas me he enfrentado a mucha gente que cuestiona mucho, no solo mis ideas, sinó que, como periodista, deba autodenominarme feminista.

Y, claro, también me han hecho sentirme intensa, sin duda, en mis relaciones con hombres. De hecho, es ahí donde más he recibido esa palabra de manera explícita…

Fotos: David F. Sabadell
"Hemos conseguido introducir en la agenda mediática y en la sociedad muchos temas que han estado invisibilizados y eso es un logro del periodismo feminista, sin duda. Tenemos que estar muy satisfechas"

Como periodista y redactora jefa de género de elDiario.es, tu trabajo se basa, entre otras cosas, en exigir cuestiones que al patriarcado no le gustan. ¿Nuestro oficio nos expone más a esta intensidad?

Estamos más expuestas porque vamos a contracorriente. Cuando haces periodismo con perspectiva de género, lo haces porque cuestionas algunas maneras de hacer que hemos aprendido. Trabajamos contra inercias, herramientas y formas de trabajar que llevan instaladas en el periodismo y en el mundo de la información décadas. Y me parece importante destacar que ser periodista feminista, querer cuestionar algunas de esas normas y sustituirlas por otras, querer sacar a la luz determinados temas que hasta ahora no han tenido importancia y han estado en la oscuridad, es difícil.

¿Por qué lo es?

Primero, porque muchas veces nos enfrentamos a un cuestionamiento profesional e interno generalizado y esto puede llegar a ser agotador. Mientras te cuestionan tu trabajo, lidias con un hostigamiento y una acoso externo. Y la gente tiene que ser consciente de la realidad de muchas periodistas que nos dedicamos a temas que tienen que ver con el feminismo, con la igualdad y con el género, recibimos insultos, ataques personales… Por eso en el libro reivindico la intensidad, porque es lo que nos permite seguir adelante.

En el primer capítulo del libro pones ejemplos de diferentes situaciones en las que nos llaman intensas. Como, por ejemplo, cuando después de una reunión de trabajo en la que hablas con vehemencia un compañero te dice que “así pierdes la razón”. ¿Esto a ellos les pasa?

No como a nosotras. Ellos están mucho más legitimados para hablar con rotundidad, incluso, para levantar la voz y ser bruscos. Diría que prácticamente en todos los trabajos. Hemos aprendido a ver hombres así, incluso a que ejerzan un liderazgo o el poder con contundencia y levantando la voz. A nosotras nos reprochan cuando hablamos firme, parece que nuestras formas nos hagan perder la razón. Es en realidad, una estrategia muy útil, porque diciéndote estos comentarios, buscan desacreditar tu fondo sin entrar a argumentar nada. No hace falta ni que nos contra argumenten, simplemente invalidan nuestras formas para invalidarnos a nosotras. Y eso sucede en lo profesional, en lo político y en lo personal. 

¿Te ha pasado mucho?

Sí, a veces, he sentido que mis planteamientos eran menospreciados. Y, pienso que tiene mucho que ver con esta idea que comentábamos antes de identificar a las periodistas feministas como una especie de activistas que perdemos nuestros criterios profesionales. Desde ese prisma, hay compañeros que consideran que no aplicamos el contenido de calidad y profesional adecuado, sino siendo fiel a unas ideas.

¿Es incompatible?

Claro que no. Hacer periodismo feminista hace explícito un punto de partida; vivimos en un sistema de valores que se nos ha vendido como aparentemente neutral, cuando no lo es. Y, parte de mi labor como periodista será también atender a esa falsa neutralidad. Poder denunciar ese sistema de valores que genera mucha desigualdad, discriminación y violencia, y contribuir a cambiarlo. Eso es perfectamente compatible con ser una periodista rigurosa que aplica los criterios de veracidad, credibilidad de nuestra profesión. 

¿Quizá el problema es que molesta nuestro inconformismo?

Claro. Lo que se espera de nosotras es que sigamos la inercia periodística que hemos aprendido. Y, además, se le añade una expectativa social para todas las mujeres que tiene que ver con el mandato de la discreción, de mantener el bienestar allá donde vamos. De repente, una mujer que se enfrenta a una inercia y pone sobre la mesa otra manera de hacer las cosas, supone todo lo contrario. Por lo tanto, nuestro trabajo genera malestar, ruptura y turbulencia y no se espera eso de las mujeres…

Foto: David F. Sabadell
"Una de las tristezas para mí en los últimos años es que ha habido poco espacio real para el diálogo productivo sin que eso derivara en señalamientos o juicios"

Salgamos de las sombras del periodismo feminista y hablemos de las luces. En elDiario.es habéis sacado a la palestra investigaciones que marcan un antes y un después en el periodismo con perspectiva de género. 

Para mí esto es lo más gratificante y el motivo por el que, sin duda, sigo haciendo lo que hago. Hemos conseguido introducir en la agenda mediática y en la sociedad muchos temas que han estado invisibilizados y eso es un logro del periodismo feminista, sin duda. Tenemos que estar muy satisfechas. 

¿Cómo valoras la salud del periodismo con perspectiva de género?

Hay una influencia general, en la medida en la que temas como la violencia obstétrica o el machismo cotidiano, por ejemplo, están muy presentes en medios de ideologías muy diversas. Luego cada cual lo elabora desde su posición y es eso lo que marca la energía y los recursos que cada medio va a poner para atender la perspectiva de género. De eso dependerá que un medio crea en ello y crea que hay dinámicas que cambiar, o no. Hay medios que en los últimos años han apostado por hacerlo mejor y que se nota ese esfuerzo, hay medios que no lo hacen para nada tanto, que se han visto influidos por un cambio de agenda mediático que, de alguna manera, les influye, sin meterse a fondo del asunto y siendo muchas veces militantes contra determinados temas como la violencia machista. Y, finalmente, creo que hay determinados medios, o páginas web, por llamarlo de alguna manera, que juegan directamente a la contra, que lo que buscan es el clic indignado de quienes saben que se van a enfadar mucho cuando pongan ese titular o hagan ese enfoque y que viven de eso.

Recientemente habéis publicado investigaciones y noticias que han permitido abordar cuestiones históricamente silenciadas.  Existen demasiados intereses para que estos temas no salgan a la luz…
Destapar temas complicados es difícil, pero lo más frustrante son los temas que se quedan por hacer. Todas las cosas que nos llegan e intentamos sacar a la luz y que finalmente no pueden ver la luz. Se queda enquistado. Pero sí, me parece importante destacar lo difícil que es llegar a algunos temas, el trabajo que hay detrás es muy grande y también hay un riesgo. Nosotras también tenemos amenazas de denuncia y, a veces, las fuentes tienen miedo a hablar…

Hace unos meses publicabais una investigación sobre el exceso de cesáreas en España que sacaba a la luz datos que no habíamos visto antes.

Este tema no hubiera sido posible sin la convicción absoluta para ir detrás de los datos. Sin empezar ese proceso, que fue minucioso y se alargó durante año y  medio, no habríamos conseguido hacer el tema. Nos negaron los datos, acudimos a Transparencia, hemos tenido que recurrir en varias ocasiones hasta conseguir los datos. Y, finalmente, fue importantísimo porque sabíamos que nos iba a destapar una realidad, interpelar a los poderes públicos y a los hospitales y, de ahí, intentar que las cosas cambien.

 

Antes de acabar, ¿Cómo valoras la gestión y la implementación de políticas del Ministerio de Igualdad encabezado por Irene Montero?

Pienso que en las últimas legislaturas se han hecho avances muy importantes sobre igualdad. Creo que el Ministerio de Igualdad de los últimos gobiernos progresistas ha sido fundamental para desplegar algunas políticas públicas que han empezado a construir tímidamente un sistema estatal de cuidados, que es algo que está en pañales absolutamente, pero que alguien tenía que iniciarlo. La ley de libertad sexual implica un cambio de paradigma muy importante, muchísimo más allá de la parte penal y de la que no se hablado tanto; como, los centros de crisis, la preservación de pruebas biológicas que hasta ahora no se hacían, ha habido un pacto de estado que se ha desarrollado y dotado…

¿Te preocupa lo que pueda pasar ahora?

Pienso que lo duro y lo triste es que la continuidad de un ministerio de igualdad esté en duda en función del gobierno que tengamos. Y luego, evidentemente, el Ministerio de Igualdad podrá tener grandes aciertos y grandes errores. Lo que parece es que no se puede permitir ni un pequeño desliz. No estoy de acuerdo, para nada, con todo lo que han hecho, con algunas reacciones que han tenido, ni con todos los argumentos que han utilizado para defender sus políticas. Ni con todas sus líneas de acción, hay temas en los que no coincido, con muchos otros, sí. Pero reivindico el valor de que exista un Ministerio de Igualdad con una perspectiva feminista.

Algunas de las críticas más duras a Irene Montero se han alimentado, incluso, en algunos sectores del  movimiento feminista. ¿Cómo vives esta polarización?

Parte de la ofensiva contra el ministerio de igualdad ha partido de personas que entienden el feminismo de otra manera y que consideran que su perspectiva es la única manera de ver el feminismo en realidad. Y, considerar que el poder institucional feminista solo puede estar en manos de quien piensan exactamente como tu, cualquier otra línea implica un despropósito. Es una pena, porque esta polarización nos ha hurtado la posibilidad de debatir y discutir las políticas que se estaban haciendo. El ambiente estaba tan embarrado que parecía que te posicionabas o en un lado o en otro, y yo creo que siempre hay matices. Una de las tristezas de los últimos para mí en los últimos años es que ha habido poco espacio real para el diálogo productivo sin que eso derivara en señalamientos o juicios.