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“Existe un mayor foco con menor margen de error en las mujeres como sujeto político”

Ines Hernand (Madrid, 1992) quería ser periodista. La nota no le dio para entrar en la universidad pública y se quedó fuera por cinco décimas. Estudió Historia del Arte primero y Derecho después. Hace dos años trabajaba como jurista mileurista en una entidad financiera. Pero, como explica, el trabajo la ha acabado encontrando y hoy es comunicadora. Tiene más de 445 mil seguidores en Instagram, se encuentra en la lista de los más escuchados de Spotify con Saldremos mejores y presenta Gen Playz junto a Dario Eme Hache. Tiene la agenda hasta arriba, pero nos ha hecho un hueco en Madrid para entrevistarla a fondo.

 

Naciste en Madrid a principios de los noventa. ¿Cómo recuerdas tu infancia?

Dependiendo del día, la recuerdo de una forma u otra. Diría que he tenido una infancia particular. No fui al colegio hasta los 6 años, pasé mucho tiempo con mi abuela, porque mis padres, ambos, trabajaban. En casa solía estar Mar, una chica, con nombres y apellidos, que venía a hacer trabajos de casa y me cuidaba por las tardes. Gracias a ella, empecé leer, a escribir y a hacer cuentas básicas para poder entrar en el colegio. Soy hija única y por lo tanto tuve una infancia bastante solitaria.

¿Cómo fueron los años posteriores?

Me cambiaron muchas veces de colegio por circunstancias que, desde luego, yo no elegí y he tenido unas vivencias y responsabilidades a edad temprana que, a lo mejor, son más anodinas en infancias estándar. A la vez, esas vivencias me han permitido una composición general de ciertas cosas con mayor inteligencia emocional o desarrollo de empatía, pero que, a la contra, también me han provocado ansiedad crónica. Porque cuando sometes a una niña a vivir en un mundo de adultos, cuando todavía no tiene las herramientas para gestionarlo, genera angustia. En todo caso, creo que he sido una privilegiada, en tanto en cuanto, he ido al colegio, he podido comer y he tenido un techo dónde dormir, no todo el mundo lo tiene. Mi tiempo lo invertía con mi abuela y conmigo misma, y eso me ha permitido desarrollar un mundo interior que me ha hecho estar cómoda conmigo misma.

¿En qué momento se produce tu socialización política?

Se produce a consecuencia de una experiencia traumática que viví en el instituto, en primero de la ESO. Me quedé absolutamente aislada del resto porque a todo el mundo le daba asco juntarse conmigo después de haber realizado una felación a un compañero de clase. Algo absolutamente naif, desde mi punto de vista. Yo nunca había tenido educación sexual, mis padres no me habían hablado de ello, tenía un novio con 13 años, le quería dar un beso y me parecía lo normal. Pero, lejos de sentirme acompañada por la gente que me rodeaba, docentes incluidos, me tacharon de guarra. Solicité el cambio de centro para el próximo curso, pero no fue posible. Por suerte, en segundo conocí a mi mejor amiga, Andrea Compton, y a partir de una amistad maravillosa, hice un cambio radical de estética y de todo. Claramente, mi comportamiento fue muy revolucionario, porque de alguna forma, si aquella era la sociedad que me esperaba, yo quería cambiarla.

¿En qué se traduce esa revolución?

Básicamente, empecé a leer mucho más y a formarme. Recuerdo que en la Comunidad de Madrid en esa época estaba Esperanza Aguirre, pasaban cada día cosas terribles; las votaciones de la Asamblea de Madrid eran un cuadro, no paraban los titulares del endeudamiento de Madrid en consecuencia de la gestión pública de Alberto Ruiz Gallardón… todo era infame.  A través de la lectura empecé a ser disidente, o por lo menos, a cuestionarme todo ante una sociedad impertérrita. Era un letargo generacional. Para mi fue un momento clave, porque coincidía con el momento en que estaba construyendo mi personalidad…

Empezaste a estudiar Historia del Arte, pero  lo dejaste para estudiar Derecho. Aparentemente son dos carreras opuestas, ¿no?

Estudié durante dos años en la Complutense Historia del Arte y en el tercero me pasé a la UNEF para poder ir a Londres a hacer el Erasmus del pobre; yo quería vivir una experiencia extranjera, pero no podía, porque me fui de casa con 18 años sin ningún tipo de ayuda por parte de mis padres. Ellos siempre habían querido que yo estudiara Derecho, en aquella época no me hablaba mucho con ellos, pero, tenía 21 años y si mi padre me decía que me condonaba todas mis fechorías adolescentes que eran 0, y que me miraría con todo el cariño de padre, era capaz de lamer el váter. Así que me metí a Derecho. Lo peor es que mis padres me dejaron de hablar de nuevo en segundo o tercero de carrera y hasta la fecha. Eso sí, ya que estaba, la terminé y me pareció útil. Después estudié el Master de la abogacía especializado en derecho público y me metí en un despacho. El despacho era un horror, precarizado al máximo, y me cambié a una entidad financiera de jurista mileurista haciendo contratos, básicamente, de hipotecas, y entonces llegó la pandemia y las redes. Menos mal que el trabajo me eligió a mí, porque si no…

Han pasado sólo dos años, en cambio tu situación laboral y personal ha cambiado radicalmente.  

Llevo trabajando desde los 16 años y para mí, a la hora de comprometerme con el trabajo es lo mismo; cuando trabajaba en el KFC Fried Chicken ponía patatas o limpiaba lavabos y ahora comunico. Hay una mejoría en salario, en condiciones y en cientos de cosas, pero, el compromiso con mi trabajo es el mismo.

"Hago uso de mis privilegio para dar espacio a las personas que pertenecen a colectivos de minorías no visibilizadas y fomentar que estén en el debate público, dejando hueco para divertirnos"

Has sufrido la precariedad en tu propia piel, te diriges principalmente a los jóvenes, este es su hábitat natural…  

Sí, vivimos en un sistema hiper precarizado y da igual que suban 5, 15 o 100 euros el salario mínimo interprofesional. Mientras que no se regule el mercado de la vivienda, mientras no se o no haya una renta básica universal y otras múltiples medidas que afectan a la salud mental de tanta gente, no se podrá combatir la precariedad. La gente está atascada, soy plenamente consciente, por eso, me siento absolutamente privilegiada y hago uso de estos privilegios para intentar dar espacio a las personas que pertenecen a colectivos de minorías no visibilizadas, para fomentar que esto esté en el debate público a la vez que dejo un hueco para divertirnos.

Y, emocionalmente, ¿cómo te ha afectado?

Por suerte, el boom me ha pillado adulta, es cierto que, si te pasa en un momento determinado de tu etapa de desarrollo personal más temprano, puede tener un impacto diferente. Es un ensueño. Pero lo que tu me quieres preguntar es si todo esto me tara un poco, ¿verdad?  Pues, depende. Yo tampoco soy un perfil súper perseguido en la calle, entonces la gente es bastante amable cuando se encuentra conmigo. Y sí, se me ha ido la olla con pequeñas cosas, como, por ejemplo, caprichos. Porque ahora me puedo permitir comer aguacate todas las semanas, cenar en un vegano un martes o hacer un viaje. Estoy agradecida y procuro ceñirme mucho a las circunstancias actuales y abrazar este momento, porque a saber que pasará mañana…

Opinas sin tapujos en todos los espacios en los que participas. ¿Te preocupa que se te cierre alguna puerta por tu ideología?

Yo soy independiente, como tú.  Trabajo como autónoma y, en parte este es mi valor. Entonces, hay espacios donde me quieran y otros donde no. Pero sí, claro, me preocupa, sobretodo al principio. Porque, efectivamente, no me corto. Pero mira, hace unos días presenté la gala de Forbes Best Influencers 2022, que no creo que sean especialmente simpatizantes de mi causa. Estoy agradecida de que me cedan ese espacio y de poder tener presencia, porque, simbólicamente significa algo para mí y para la gente que me sigue. No me nominan a ningún premio, pero estoy junto a muchos influencers híper privilegiados que viven muy alejados de ciertas cuestiones. Y que una chavala como yo que, curró también de camarera, limpiando casas o perchando bragas, presente esta gala, es significativo.

Precisamente por esto, me sorprendió que cuando solicité esta entrevista, tu representante nos pidió 300 euros para costear los gastos de estilismo y maquillaje. Si fuera viable, el medio pagaría más tus costes de estética que mi trabajo. Evidentemente, no fue asumible para nosotros.

No lo es ni para el Argia ni para Prisa. Pero, el tema del estilismo y el maquillaje es un criterio como otro cualquiera. En este caso, hemos aprovechado hoy porque vengo maquillada de otro programa para que pudiéramos hacer la entrevista. Este criterio tiene que ver con que, cuando hago una exposición pública, quiero tener un cuidado y un tratamiento de mi imagen. Creo que no hace falta decir que de esos 300 euros no gano ni un euro, ni muchísimo menos. Pero hay una exhibición estética. Y sí, dentro de esta performance habrá gente que no considerará muy proletario ponerse una pestaña postiza, pero para mi el traje es política. Y, además, de esta manera estoy dando trabajo a personas jóvenes y con mucho talento.

También aprovecho para agradecerte que, finalmente, hayáis encontrado la manera de que esta entrevista sea viable.  

Por supuesto, y así lo hacemos siempre. Me alegro de que me lo comentes, porque me permites aclararlo también. Se hace lo que se puede, dentro de las posibilidades de cada uno y eso, precisamente, es la renta básica universal.

 

En 2021 Playz recibió el Ondas al mejor programa de entretenimiento. Este premio también es tuyo, como presentadora de Gen Playz. ¿Qué supuso para ti?

Mucho orgullo. Y aprovecho para reivindicar el trabajo de los periodistas. Fue un reconocimiento importantísimo para el equipo, somos 25 o 30 personas que hemos trabajado mucho para que esto salga. Llevamos más de 240 programas y nos curramos mucho los perfiles que vienen. Es un programa que era necesario y que ha funcionado muy bien.

"En el humor, estamos siendo capaces de crear nuestro propio espacios, sin necesidad de estar en el 'establishment'"

¿Te preocupa la salud del periodismo?

Tremendamente. De hecho, yo quería haber estudiado periodismo, pero no me dio la nota para entrar en la pública; me quedé fuera por cinco décimas. Me preocupan los flujos de fakenews los clicbaits, todo lo que le preocupa a cualquiera que tenga un poco de criterio. Pero también me enorgullece que haya segmentos del periodismo que lucháis por ser profesionales independientes, que apostáis por la calidad antes que la cantidad. Es demente. Ojalá cambié.

En este contexto, las nuevas plataformas digitales han cambiado las tenencias de consumo. Hay quien teme que hayan llegado para sustituir el periodismo. ¿Qué opinas?

Para nada. Somos 45 millones de españoles, de los cuales 5 millones son de edades comprendidas entre los 15 y los 25 años. Esas personas hacen un tipo de consumo. La población de entre 25 y 35 años, consumimos otras cosas, algo más mixto. Y los de más de 65 años que, concretamente, son el 20% consume prensa escrita y tv más tradicional. No podría predecir el futuro, pero a día de hoy, creo que conviven perfectamente.

Formas parte de una generación de mujeres que están tomando espacio, gracias también a las redes sociales y las plataformas digitales. ¿Crees que estamos ocupando los lugares que merecemos?

Como le dijo Penélope Cruz a la compañera Andrea Momoitio de Pikara Magazine, no. Desde luego que no. Estamos ocupando espacios que estamos generando nosotras. No hay ningún espacio del establishment que ahora mismo esté siendo especialmente compartido. De hecho, se está obviando. Y lo que creo es que había un cierto volumen de audiencia que estaba absolutamente desatendida que, de pronto, ha hecho un consumo. Como ejemplo podemos hablar de Estirando el chicle o Saldremos mejores. Son espacios de socio-política, donde hablamos de cosas heavys y tiene muchísimas escuchas semanales. Porque hay un interés en ello.

El humor ha sido históricamente masculino y machista. ¿Está cambiando?

Claro, y, además, actualmente no existe un modelo que sea el antimodelo. Es decir, hace unos años teníamos a Patricia Conde y su anti modelo fue Eva Hache. Eso ya no existe, los modelos están absolutamente desdibujados. Hay gente que habla de cáncer, otra que habla de esponjillas de maquillar y cada una tiene su lugar. Esto también ha sucedido gracias a las redes sociales y al tipo de consumo. Eso sí, todavía falta mucha participación de las mujeres.

¿Ser mujer dificulta ser humorista?

Ser mujer te hace más difícil el acceso a cualquier cosa, sobretodo si lo haces con una perspectiva interseccional. Si eres mujer, racializada y tienes hijos, ya, imagínate. Pero, en el ámbito del humor estamos generando nuestros propios espacios, sin necesidad de estar en el establishment. Antes la gente se moría por sentarse al lado de Wyoming, ahora la gente hace un podcast y ya está. Y existe un interés en ello.

Antes de acabar, ¿cómo vives el contexto político del país?

Con incertidumbre, como siempre. Nunca ha habido un contexto político tranquilo en España post dictadura. Ahora mismo, en el Congreso de los Diputados la mitad son neocaudillos y la otra mitad gente muy curiosa; hay gente que tiene un compromiso político muy importante, que lo quiere construir sobre la política de los afectos, pero esto es difícil de trasladarlo a la ciudadanía. Y, además, creo que, a la juventud, que es el target al que me dirijo yo especialmente, la política se la pela. Es tremendo.

El contexto está absolutamente polarizado. ¿También el feminismo?

La polarización arrasa absolutamente todos los debates, y el feminismo no se libra tampoco de ello. Hay que tener en cuenta los intereses de perpetuar los privilegios patriarcales que subyacen desde ciertas esferas para trasladar al mundo que así está ocurriendo. Puede que no haya consenso en ciertas cuestiones, pero la imagen que se proyecta agrava más el asunto y al final, perdemos el foco del movimiento social que quiere defender los derechos de las mujeres. 

Pero, por ejemplo, recientemente hubo una polémica importante a raíz Estirando el chicle. ¿Consideras que existe un interés mediático en señalar esta polarización entre feministas?

Absolutamente, los medios son los principales responsables en acrecentar y enjuiciar las polémicas sin un conocimiento de fondo. Sin meterme en el caso concreto, puedo asegurar que existe un mayor foco con menor margen de error en las mujeres como sujeto político, y eso es horrible y tremendamente injusto, porque puede disuadir a muchas compañeras de comunicar por el mero pavor a equivocarse.